Después de deambular por mundos perdidos y carreteras desiertas, después de haber visto cómo los verdes campos se transformaban en oro puro para cada atardecer, después de sentir como el volcán Taranaki me honrara con su compañía en mis horas de viaje, decidí que tenía que encontrar un hogar para pasar la navidad. Mi objetivo era claro, un buen plato de comida, nada más. Entendámoslo como su tonto pavo, pollo o cualquier cosa con plumas al horno y las típicas ensaladas que comes todos los días, pero para esas ocasiones especiales, las juntan todas y las revuelven con mayo. Con eso, yo era feliz.
Agarré mi librito de wwoof (www.wwoof.com), que no es más que una base de datos con una breve descripción de las familias que te acogen a cambio de trabajo en sus granjas orgánicas y empecé mi búsqueda, los avisos que encontré hablaban sobre una palabra desconocida para mí, Permacultura, que es el desarrollo de sustentable, en donde todo lo que consumes: alimento y comida; es producido en el lugar. Hermoso.

Fecha 23 de diciembre y recibo un mensaje que había un cupo para un wwoofer en una “granja” En Hawera, a tres horas de viaje desde donde yo estaba. , Yooo, me saboreaba los bigotes!! Tenía mi cena de navidad!!
Me acuerdo muy bien el día que llegué a la casa, de partida no era una granja, era una casa típica con un patio. De permacultura, no mucho; más que nada una chacra en el patio de atrás. Me bajo del auto y desde el interior de la casa escucho “come in come in”, era Daniel, quien estaba colgado de cabeza en la mitad del living haciendo una especie de flexiones pectotectorales invertidas en busca del fallo micro neuro muscular. El tipo era literalmente un personaje de circo, y esto era parte de su rutina de entrenamiento para sus presentaciones de la academia cirsense que estaba empezando a montar. “Dónde vine a caer!” pensé.

La casa era un completo desastre. Yo no me considero un tipo prolijo y menos aún, después de haber vivido con dos neardentales de compañeros de depto por casi dos años, quienes no dudaron en tirar una olla de porotos por la ventana en pleno Providencia como solución al problema de platos sucios y malos olores. Gracias a esta maestría en recintos insalubres, considero que mi nivel de tolerancia a la ranciedad es bastante elevado; pero esta familia era de otra dimensión inmundativa.
De partida, eran terrible de hippies, comían puras putas semillas y cuestiones apelmazadas sin importar si era el desayuno, almuerzo o cena; y como diríamos en Chile, la “onnsscecomiddda”. Yo diferenciaba el desayuno porque era la misma cosa apelmazada del almuerzo, pero cubierta por leche. Al final del día me daba miedo tomar agua, yo juraba que me iba a crecer una planta adentro de la guata si es que llegaba a regar tantas semillas. Este tipo de alimento, se torna más asqueroso, cuando quienes lo consumen por algún motivo (desconocido para mí) deciden prescindir de servilletas, lo que seguro termina con un constante chupeteo de dedos para quitarse la mazamorra insípida y apelmazada. El escenario empeora, cuando vez que el vaso y tenedor, antes que siquiera los hayas tocado, contienen residuos añejos de lo que vas a ingerir. En otras palabras, restos de comida sobrevivientes a un “do the dishes” (lavar los platos).
Para mí la hora de las comidas era fatal, tenía que superar el impacto visual de un pote con una especie de montaña de avena plasticinosa que hacía un extraño sonido al momento de impactar en mi plato cuando caía en cámara lenta desde el cucharón de la olla y yo veía como en el aire, se se desformaba como un todo, arreglándoselas perfectamente para ser catalogado de sustancia amorfa en cualquier tipo de condiciones y espacio-tiempo, ya sea dentro de la olla, volando por el aire o aterrizando en mi pocillo que usualmente terminaba chorreado en los bordes. Y por supuesto, esta escena se sellada con el chupeteo de dedos de la “cocinera”(no se le puede llamar cocinar a esto en todo caso) . Pero esto no era lo peor, ya que con hambre y buena imaginación podía transformar el paté vegetal en un jugoso bistec a punto. El problema real Real….eran los cabros chicos.
Nunca pensé que los seres humanos me podían dar tanto asco. No debe haber nada más cochino en la tierra, que un pendejo entre 0 a 6 años hijo de papás hippies. Con la cueita que a mí me tocaron 3. El rey de la inmundicia Peter, con menos de un año y a su corta edad yo creo que debe haber alcanzado el récord de meaos por segundo. Como puedo estar tan seguro?, porque el pendejo no usaba pañales. No era extraño pisar la alfombra y darse cuenta que la sabia biología de los liquidos había recibido el llamado pachamamámico de madre tierra quienes apoyados por la gentil ley de gravedad formaban la cofradía perfecta para producir el maravilloso efecto de “chorreao de meao” cuya carrera despavorida desde su concepción se abre paso por todas las prendas malolientes del infante para depositarse gentilmente en la alfombra, y como por supuesto en una casa de hippies no puedes andar con zapatos, esto iba a parar directamente a la planta de mi pie, junto con los pedazos de plasta vegetariana que me daban por comida y que por lo demás, abundaba en las vecindades de la mesa.
George, 3 años, no usa pantalones. Ni siquiera a la hora de las comidas, toma la mantequilla con las manos que la aprieta y sale entremedio de sus dedos. Usualmente se para arriba de las sillas y su pequeña y repugnante masculinidad apunta directamente a mi desabrido plato de comida. Quiero vomitar.
Sussy, la mayor (6 años aprox), me da órdenes de cómo sacar la maleza. Sus uñas negras contrastan con su ojos azules.
Cómo me hubiese gustado que estuvieran al menos un rato fuera de la casa, pero sus padres habían decido que nunca irían al colegio, aprenderían en casa. En el lugar donde nacieron por parto natural.
Dado que no tenía opciones algunas de encontrar un momento de paz y limpieza en la casa; apenas podía, me arrancaba al pueblo y me pasaba la tarde en la plaza. Más fome que plaza de pueblo de Nueva Zelanda en todo caso, no pasa nada, pero nada. Con cuea un weón trotando y si tienes suerte puedes ver como el weón recoge la mierda del perro que anda paseando. Tenía que hacer algo productivo de mis fugaz, así es que decidí empezar a tocar alguna cuestión, pa meter algo de boche que sea, a ver si al menos salía gente pa reclamar y darle algo de vida a esta cosa. Dado que en la casa de los hippies, lo que más había eran ese tipo de cuestiones, empecé a busca del instrumento musical adecuado para mí. Un ukelele, esta típica guitarra de payaso, que en estas islas es muy popular. 4 cuerdas y un tamaño muy maniobrable para viajar, era perfecto. Además Dan, sabía tocar y tenía mucho material impreso que podría usar. Qué genial idea.
Domingo, 16.00 de la tarde, termino de desmalezar el jardín – al final la permacultura se había traducido en la chacra toda ordinaria en la parte de atrás y si tení raja, podí ver una turbina que supuestamente genera electricidad, pero en mi caso nada - y espero con ansias arrancar de la casa de los locos Adams. Cojo mi Ukelele y me dispongo a ir a la plaza en mi cacharro espacial. Dado que por ningún motivo soy una persona musicalmente bien dotada, mi aprendizaje iba a ser algo lento, así es que decidí tomar prestado la colección de manuales y acordes que tenía Dan. Asombrosamente, estaban prolijamente ordenados y el material cuidadosamente seleccionado. Tal orden, hablaba de su pasado; sin duda haber conocido a la hippie pajera lo hizo cambiar de vida, y se tuvo que adaptar, pero se ve que en su esencia conservaba una rígida estructura que lo había llevado a convertirse en instructor de artes marciales. Yoo…tomé la cuestión y raje nomás, total se lo iba a devolver el mismo día, entre tanto llanto y meaos de los pendejos no tendría tiempo para notar su ausencia por un par de horas.
Llego a la plaza, abro la carpeta y empiezo a tocar. Por supuesto que pura mierda porque no tenía idea como leer los acordes, así es que llevé las hojas a puro pasear. Después de estrangularme los dedos con cada acorde y rasgueo, decidí volver…me monté en mi carro y en 20 minutos ya estaba en casa. Agarro mis cosas para entrar y noto que me faltaba algo….la carpeta de Dan!!” Mierrrdaaa como la fui a perder”, desesperadamente la busqué por el auto, nada. No podía ser, intentaba entender qué había pasado. No me detuve en ningún lugar, me fui directo desde la plaza a la casa, estaba seguro de no haberlos tirado a la basura, era una carpeta!. No entendía nada. Decidí volver urgentemente a la plaza. Lo curioso que para llegar a la plaza, hay que salir a la carretera, y avanzar unos 500 metros hasta encontrar la rotonda que me dirigía a mi escondite secreto. Bueno, salgo a la carretera y veo a lo lejos un papel blanco en el camino. “Que no sea lo que pienso, que no sea lo que pienso….” Me detengo a un lado, bajo del auto y cual pelotero de partido de tenis, cruzo velozmente y me agacho rápidamente para coger el papel que estaba en la mitad del camino.. repitiéndome, “porfa que no sea”, esquivando camiones y bocinazos llego al otro lado camino. Giro el papel y lo que veo fue aterrador….contenía exactamente lo que no quería ver..los acordes de Dan! Levanto la vista y veo cientos de papeles volando libremente por la highway, miiiiiiieeeerdaaaaa! Entendí todo súbitamente. Justo antes de subir al auto desde la plaza, puse la carpeta encima del techo del auto. El cagazo fue que salí cascando con esa cuestión en el techo, así es que fui literalmente empapelando las calles conforme avanzaba. Ahora tenía que recuperarlos uno por uno! 40 minutos persiguiendo papeles, recibiendo bocinazos y siendo observado por los habitantantes de la pequeña localidad emplazada al borde del camino, quienes atónitos miraban el extraño pasatiempo de este turista, quien en un tranquilo domingo por la tarde corría entre autos y camiones arriesgando su vida tras unos misteriosos papeles que seguían las trayectorias más inusuales, cual pelota de rugby después de impactar el suelo.
Como recolector me pongo un 7. Recuperé todo el material. El problema fue, que por más que estirara los papeles, las huellas de rueda de camión no iban a pasar piola. Y en conjunto, los papeles parecían un lindo repollo con puntas dobladas. No quería desatar la furia del ninja (porque el loco de verdad era instructor de ninjitsu) vestido de hippie, así es que agarraré la carpetita, la puse cuidadosamente en el estante donde la encontré y en un acto de supervivencia, decidí que ya era tiempo de salir de ese lugar.
Valientemente, encaré al ninja y le dije la verdad:
“Pleassssed to meet you, thanks for the opportunity, you have a lovely family, bye byeee….”
En el cementerio está lleno de valientes, Juan Segura vivió muchos años, soldado que arranca sirve pa otra guerra, por la boca muere el pez, siempre de weón, etc. En fin, todas esas sabias frases se transformaron en mi biblia en aquel instante.
Dónde me iría,…en ese momento no tenía idea, simplemente seguiría las señales del camino...